En el próximo número de Futuro de los niños, publicado por la Fundación David y Lucile Packard, el conocido investigador David Finkelhor analiza los esfuerzos de prevención del abuso sexual infantil. El artículo aún no aparece en el sitio web, pero aquí hay un resumen del artículo donde analiza las fortalezas y limitaciones del manejo de delincuentes sexuales y los programas educativos escolares.

La prevención del abuso sexual infantil.

Finkelhor D. Ffuturo de los niños 2009; 19(2): 169-94.

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(Copyright © 2009, Fundación David y Lucille Packard)

David Finkelhor examina las iniciativas para prevenir el abuso sexual infantil, que se han centrado en dos estrategias principales: la gestión del delincuente y los programas educativos en las escuelas. Las principales iniciativas recientes de gestión de delincuentes han incluido el registro de delincuentes sexuales, notificar a las comunidades sobre su presencia, realizar verificaciones de antecedentes laborales, controlar dónde pueden vivir los delincuentes e imponer sentencias de prisión más largas. Aunque estas iniciativas obtienen la aprobación tanto del público como de los legisladores, existe poca evidencia de que sean efectivas para prevenir el abuso sexual.

Además, estas iniciativas, advierte Finkelhor, se basan en una caracterización excesivamente estereotipada de los abusadores sexuales como pedófilos, extraños astutos que se aprovechan de los niños en lugares públicos y otros entornos de fácil acceso y que corren un alto riesgo de reincidir una vez atrapados. En realidad la población es mucho más diversa. La mayoría de los abusadores sexuales no son extraños ni pedófilos; muchos (alrededor de un tercio) son menores. Muchos tienen riesgos relativamente bajos de reincidir una vez que son atrapados.

Tal vez la deficiencia más grave de la gestión de delincuentes como estrategia de prevención, argumenta Finkelhor, es que solo un pequeño porcentaje de los nuevos delincuentes tienen antecedentes de delitos sexuales que los habrían involucrado en el sistema de gestión. Recomienda utilizar los recursos de aplicación de la ley para atrapar a más delincuentes no detectados y concentrar los esfuerzos intensivos de gestión en aquellos con mayor riesgo de reincidencia.

Finkelhor explica que los programas educativos basados ​​en la escuela enseñan a los niños habilidades tales como identificar situaciones peligrosas, rechazar el enfoque de un abusador, interrumpir una interacción y pedir ayuda. Los programas también tienen como objetivo promover la divulgación, reducir la autoinculpación y movilizar a los espectadores. Existe una considerable investigación de evaluación sobre estos programas, lo que sugiere que logran algunos de sus objetivos. La investigación muestra, por ejemplo, que los jóvenes pueden y adquieren los conceptos. Los programas pueden promover la divulgación y ayudar a los niños a no culparse a sí mismos. Pero los estudios no son concluyentes acerca de si los programas educativos reducen la victimización.

Finkelhor insta a una mayor investigación y desarrollo de este enfoque, en particular los esfuerzos para integrarlo en los planes de estudios integrales de promoción de la salud y la seguridad. Finkelhor también señala evidencia que respalda las estrategias de asesoramiento tanto para los delincuentes, en particular los menores, para reducir la reincidencia, como para las víctimas, para prevenir resultados negativos en la salud mental y en el curso de la vida asociados con el abuso.

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